11 noviembre, 2011

Piloto de Aichi D3A, Shinsaku Yamakawa: Ataque al petrolero USS Pecos (Mar de Java, 1942)

por  FIREBRAND


Sin duda, todos los que jugamos al Wings of  War nos hemos detenido más o menos tiempo, ante la pequeña foto del piloto o tripulantes que aparecen en las cartas que ilustran los aviones con los que recreamos aquellos dramáticos hechos de guerra, preguntándonos quiénes fueron, cómo fue su historia en aquellos terribles años... Eso me sucedió a mí cuando encargué la miniatura del Aichi D3A de Shinsaku Yamakawa.
El caso es que, como en bastantes otros casos, no fue fácil encontrar información, pero encontré una pequeña joya que he querido compartir con vosotros. Su relato autobiográfico de uno de sus más meritorios ataques con su fiel bombardero en picado:

Un día, uno de los de transmisiones nos dijo: “Hemos localizado el transporte enemigo”. Ese día, nuestro acorazado quiso abrir fuego contra él, por lo que los aviadores no necesitamos despegar. Observamos, desde la cubierta de vuelo, los disparos de nuestros cañones. En cuanto el transporte apareció por el horizonte, la artillería de 14 pulgadas (355,4 mm) abrió fuego contra él. Al poco tiempo pudimos ver grandes columnas de agua alzarse a su alrededor. Las torres principales disparaban con facilidad una tras otra, como en unas maniobras navales. Las columnas de agua parecían rociadas de spray, convergiendo con precisión a un mismo punto. Estábamos impresionados por esto y lo único que podíamos hacer era admirar la pericia de nuestro director de fuego. En un parpadeo, el transporte desapareció completamente bajo el horizonte, como por arte de magia. Mientras, el avión de patrulla nos comunicó que habían encontrado un buque americano de cometido especial. Pues bien, era el turno de nuestra escuadrilla.


El portaaviones de la Marina Imperial Japonesa, Kaga, del que despegaron los atacantes del USS Pecos.

Dos compañías de bombarderos en picado del Kaga llevarían a cabo la misión de acuerdo con el orden previsto de salidas. El comandante de estos nueve aviones era el teniente Watanabe, cuyo avión era pilotado por el Sargento Jefe de Vuelo Hiwatari. Nuestra tercera compañía no necesitó tomar parte en la acción. Sin embargo un miembro de la segunda compañía se hallaba enfermo y mi comandante me propuso para sustituirle. Mi navegante era Nakata, como de costumbre. Pusimos rumbo hacia el petrolero Pecos de la Flota Asiática de los EEUU.


El petrolero USS Pecos, de la Flota Asiática de los EEUU.

Al poco de despegar, ya lo teníamos a la vista. La altitud de nuestras formaciones era de unos 5000m. Aunque había algunas nubes dispersas, hacía un tiempo perfecto para un bombardeo. Rompimos la formación para efectuar el ataque. La antiaérea enemiga disparaba con fiereza, pero eso no nos asustaba. Para empezar, picó el avión del comandante, después un segundo y tras él, un tercero. Mi Aichi debía lanzar en último lugar, puesto que yo era un “actor invitado” en esta representación. Ibamos a observar su bombardeo, puesto que yo daba por hecho que el buque resultaría hundido fácilmente antes de que tuviésemos ocasión de atacarlo. Así observé que el primer y segundo aviones picaban más y más bajo. El buque enemigo avanzaba en línea recta. Todos los aviones salvo el nuestro habían efectuado un agudo picado hacia el petrolero. Los cañones “pom-pom” del buque enemigo nos disparaban enérgicamente. Poco después, el primer avión lanzó una bomba y se recuperó del picado. El Pecos viró bruscamente a estribor, dibujando una larga estela blanca sobre las olas. Cuando la estela trazó un arco blanco, una gran columna de agua brotó frente a su costado de babor. Entonces atacó el segundo avión. El barco aún estaba virando a estribor, y parecía hacerlo de forma desesperada.


Los “Val” se precipitan en picado contra el USS Pecos.

El segundo atacante erró a su vez, levantando una enorme columna de agua a babor de la proa. La estela trazó una curva hasta los 45º  cuando el tercer avión bombardeó. El viraje del petrolero estaba siendo muy cerrado y su bomba tampoco consiguió alcanzarlo, estallando también frente al costado de babor proel. Si su viraje hubiese sido más lento o si el avión hubiese previsto lo bastante su giro, lo hubiésemos cazado, pero a bordo había gente haciendo muy bien su trabajo. Su capitán debía ser lo bastante hábil para esquivar nuestras bombas. Cuando los aviones cuarto y quinto lanzaron sus bombas, aún proseguía virando todo a estribor y había virado más de 90 grados. Ambas bombas estallaron a unos 10 metros del costado proel de babor, para nuestra consternación, levantando simplemente columnas de agua. Era para quitarse el sombrero ante el buque enemigo por su destreza. En nuestro bando, los aviones sexto y séptimo se lanzaron en picados sucesivos para efectuar sus respectivos bombardeos contra él. Normalmente las bombas se lanzan a unos 450m. Nunca habíamos fallado un blanco similar. Aún estaba observando su bombardeo, preguntándome por qué. Me fijaba su estela y los puntos en que nuestras bombas habían impactado, pensando que esta vez de todos modos sí le alcanzarían, pero las ondas de los nuevos impactos volvieron a seguir en paralelo a su estela; las bombas de los aviones seis, siete y ocho fallaron completamente.


Un petrolero estadounidense de la 2ªGM, virando cerrado a estribor.

Al final, nos tocó a nosotros. Nos dieron la oportunidad de atacarlo. Cuando situé la mira ante mí grité un juramento; había estado admirando la brillante maniobra del buque mientras me despreocupaba un tanto de mi propio avión, pero ahora veía que una fuga de aceite había manchado el parabrisas, por lo que era bastante difícil apuntar decentemente. Como sólo teníamos una bomba, era de vital importancia acertar, pues era lo último con lo que nuestro grupo podía atacar. Entramos en el picado y la altitud comenzó a caer, 4000m., 3000m., 2000m... Los cañones enemigos nos disparaban furiosos. Aunque lo había hecho genial para esquivar ocho bombas, percibí una cierta lentitud en su maniobra evasiva en aquel momento. Entonces lancé la bomba casi a ciegas. Tiré con fuerza de la palanca para salir del picado alabeando un poco al mismo tiempo. En casco entero pareció saltar un poco mientras lo miraba, estallando una llamarada y humo negro en su centro, cerca de su cañón antiaéreo. “¡Le he dado!” Me sentía indudablemente más eufórico que nunca. “¡Bien, al dar la vuelta, usaré las ametralladoras contra ellos!”.


La última bomba disponible, alcanza de lleno al petrolero.

Traté de virar mi avión hacia la izquierda. Tal vez por tirar de la palanca demasiado rápido, perdí la visión unos instantes, recuperándola enseguida. Noté un fuerte golpe cuando tenía el avión inclinado 90 grados. Vi un enorme agujero en el capó del motor, justo delante de mí. Mientras tomaba consciencia de que habíamos sido alcanzados, dirigí la mirada al malherido petrolero y vi que los “pom-pom” de popa seguían disparando enérgicamente y con muy buena puntería. Había tirado con fuerza de la palanca tras el fuerte picado, perdiendo velocidad, aún más al efectuar un viraje, por lo que en aquel instante debía dar la impresión de estar casi parado en el cielo. Entones, nos alcanzaron.

Estaba estrictamente prohibido ametrallar un buque tras un ataque en picado de este tipo. Fui alcanzado por saltarme esa norma. Sin embargo, pensé con admiración en los servidores del cañón antiaéreo, respondiendo con insistencia a nuestro ataque desde el buque que se hundía. Lo tuve en mente por instante. Estaba cayendo mientras mi avión iba de un lado a otro. Las ametralladoras enemigas continuaban disparándome con precisión. Veía las trazadoras rojas como meteoros lanzados hacia mí. No perdí la cabeza en ningún sentido. Mientras, puede que por unos pocos segundos, rememoré todas las escenas de mi vida en rápida sucesión. Al momento siguiente pensé que era un buen trato hundir un buque por un avión. “Nunca me lamentaré”. La superficie del mar se me acercaba. Veía con nitidez el azul del agua. “Ni yo ni el buque enemigo seguiremos en este mundo”. La verdad es que no me preocupaban las ideas de cielo o infierno, ni siquiera vivir o morir. Simplemente pensé en pasar de la existencia a la no existencia. “Puede llegar un cambio sencillo y también muy natural”. No pude pensar en nada más que pudiese suceder.


El “Val” de Yamakawa, hecho un colador.

El avión estaba ya a unos 50 metros de las olas. Sin embargo, sucedió algo extraño. Las ametralladoras enemigas detuvieron su fuego. Seguramente me daban por derribado. Empujaba la palanca a la derecha tan rápido como podía mientras el flujo de aire de la hélice levantaba una estela sobre la superficie del mar. En un instante, mi querido avión recuperó penosamente el vuelo nivelado. “¡Lo hemos conseguido!”. Pudieron pensar que ya nos habían derribado, pero detuvieron su fuego justo un segundo antes de lo preciso. Sin embargo, sobrevivimos justo gracias a eso. Era incapaz de ver a través del parabrisas por la cantidad de aceite negro esparcido sobre él. Una bala parecía haber perforado un conducto de aceite. Mi Aichi D3A daba tremendas sacudidas. Miré hacia atrás, al Pecos, que escoraba rápidamente. Mi bomba de 250 kilos lo había sentenciado. Durante este tiempo, no había tenido ocasión de comunicarme con Nakata, sentado detrás de mí. Tras todo este lío, le dije “Bueno, le dimos de lleno. ¿Estás bien?”. ”Estoy bien”, respondió. Por puro milagro, ni él ni yo teníamos ni un rasguño. Pero mi adorado avión tenía grandes agujeros en la raíz alar y por detrás del asiento trasero.


Los compañeros de Yamakawa se acercan a su avión, preocupados.

Nuestra formación se acercó a nosotros. Todos nos miraban angustiados. El comandante me hizo señas con las manos: “¿Estáis bien?”. Era un poco precipitado tratar de amerizar allí, pues el motor aún funcionaba, aunque perdiendo algo de aceite. Iba a esforzarme para tratar de llegar tan lejos como éste aguantara. El avión del teniente Watanabe y los demás, se acercaron al nuestro, como si cuidaran de nosotros. Aprecié de corazón su inquietud por nosotros. Dije “Lo siento, Katsu”. “No importa”,  me contestó. “Nos echarán una bronca monumental si conseguimos regresar”. Ya estábamos conversando jocosamente a bordo del avión. Éste se sacudía tan violentamente, que parecía que el motor podría desprenderse del fuselaje y el avión en sí podría también romperse en un montón de pedazos. “¿Hay tiburones por estas aguas, verdad?” Me preguntó Nakata, con preocupación, desde el asiento trasero. “Bueno, hace bastante calor aquí. Podríamos nadar un poco”. Por fin, regresamos junto a nuestro portaaviones, mientras íbamos diciéndonos diversas tonterías. Pensé que podríamos amerizar con bastante seguridad por allí, pero el
“Regalo de todas las escolares japonesas a la nación” aún mantenía en marcha su motor admirablemente. Al final, teníamos una oportunidad de aterrizar. Los demás aviones, con combustible suficiente, nos dejaron aterrizar en primer lugar. En la trayectoria de aterrizaje, era totalmente incapaz de ver la cubierta de vuelo, por culpa del parabrisas embadurnado de aceite requemado. Asomé la cabeza a un lado de la carlinga, pero pronto mis gafas de vuelo se pringaron también. Escurriendo el aceite con mis guantes, conseguí aterrizar en cubierta sin ningún problema.


El maltrecho Aichi D3A de Yamakawa consiguió regresar a bordo.

Ambos experimentamos una intensa sensación de relajación, durante unos instantes. Tan pronto como todos los aviones aterrizaron, se celebró una reunión post-vuelo. El jefe de vuelo nos llamó urgentemente. Aunque esperábamos un grueso sermón por su parte, simplemente nos regañó con estas breves palabras: “¡Proteged vuestra vida!”. Gracias a que habíamos hundido un buque enemigo, no fueron demasiado severos con nosotros. En esta salida encajé con mi avión más balas que nunca durante toda la guerra. Admiro incluso ahora tras la guerra a los ametralladores que nos disparaban hasta el final con gran precisión incluso desde el buque yéndose a pique y al capitán que gobernó su buque magistralmente. Habíamos despejado el Mar de Java. Nuestra flota avanzaba hacia el Océano Indico con un poder imparable. El portaaviones Kaga abandonó la flota y se dirigió a Japón, porque teníamos inquietudes por los posibles daños que su casco pudiese haber sufrido al atravesar los Estrechos de Palau Norte en su regreso del ataque aéreo a Port Darwin.

SHINSAKU  YAMAKAWA
Nació en 1920, se alistó en 1938, embarcando en el Hiryu y posteriormente en el Kaga, el Ryujo, el Kasuga Maru (posteriormente rebautizado Taiyo) y el Junyo. En el momento de la rendición japonesa ostentaba el rango de Sargento Jefe de Vuelo. En 1955 se alistó en la Fuerza Aérea de Autodefensa de Japón y en 1970 se integró en las Líneas Aéreas de Japón como instructor de vuelo. En 1994 era director de una escuela de vuelo y publicó su libro “El escuadrón de bombardeo en picado del portaaviones japonés”.

“Skin” para el Aichi D3A del simulador de vuelo IL2, correspondiente al aparato de Shinsaku Yamakawa, creada por _Harpia_Mafra55, junto a la fotografía del gran piloto.

Esperamos que el documento os haya resultado de interés; por otra parte y dado el origen del blog, no podemos dejar de sugerir un escenario de uno o dos Val contra un mercante con gran movilidad (mirad nuestro tutorial de torpedos y movimientos de barcos) y cañón antiaéreo.

¡Saludos desde El Hangar!